25 DE NOVIEMBRE – DIA DE LA ELIMINACION DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES Y NIÑAS.
Heroínas anónimas de la oposición clandestina, nadie debería olvidar a las Hermanas Mirabal también llamadas “Las Mariposas”.
Año tras año, cada 25 de noviembre, aparecen en la casa de Dedé MIRABAL, los equipos de televisión, para la entrevista de rigor, a la que le sigue la gran celebración en el Museo, con delegaciones que llegan de toda Latinoamérica. Y la casa con el gran árbol de anacahuita que marca el camino, en el pueblo de Santiago, República Dominicana, se llena de recuerdos, emotivos unos, dolorosos los otros. Recuerdos que buscan respuestas que nunca serán suficientes.
Aún en la década de los noventa, la mayoría de los campesinos dominicanos, no podía leer ni escribir. Por eso ese gran árbol, tan latinoamericano como las Mariposas, marca un sendero al que no serviría poner nombre.
Dedé es LA HERMANA QUE SOBREVIVIÓ. Y todos los 25 de noviembre -fecha de su asesinato, en 1960-, se transforma en guía de la casa donde se criaron las Mirabal, con tantos árboles plantados por ellas mismas. Y esa es la pregunta que más escucha, “¿Por qué fuiste tú la sobreviviente?”.
Cuenta Dedé que Minerva siempre se preocupaba por lo que estaba bien o mal. Bella, inteligente y noble. Y María Teresa, aún una niña cuando murió. Acababa de cumplir 25 años. Y la dulce Patria, para quien la religión era siempre tan importante. Bueno, casi siempre.
Lo cierto es que las Mariposas tuvieron muchos años felices. Dedé recuerda especialmente las reuniones familiares con jugo de guanábana, que es bueno para los nervios. Y allí recibían a sus vecinos, que pedían un calmante para un niño enfermo, un poco de tabaco para un anciano que había pasado el día guayando la yuca. Y también, de paso, unas cuantas mentas para los ahijados. Antes de que empezara el futuro. Nadie más agregado, y nadie quitado.
Minerva sabía desde pequeña que sería abogada, se lo había dicho un tablero pequeño con vidrio, que se movía y predecía el futuro. “¡La ley con faldas!”, diría su madre. Minerva sabía perfectamente que ponerle enaguas a la ley, era justamente lo que necesitaba la República Dominicana. Y sabemos que su voz adquiría mucha firmeza cuando hablaba de política. Y hablaba mucho. “Es hora de que las mujeres participemos en el gobierno del país”, decía. Y a ello su padre, “¡Tú y Trujillo!”.
Y de repente, la oscuridad se llena de espías pagados para escuchar y denunciar al Servicio de Inteligencia.
Patria, quería ser monja y su mamá estaba entusiasmada con tener una religiosa en la familia. Papá, en cambio, no. Sería un desperdicio, era tan bonita.
Y allí se fueron las hermanas al Inmaculada Concepción. Y Minerva se dio cuenta de que acababa de abandonar una jaula pequeña para entrar una más grande, del tamaño de toda la República Dominicana. Sentía, diría años más tarde, que le estaban echando “talco en el cerebro”, escuchando cosas interesantes descriptas de la manera menos interesante.
Y allí fue que Sinita le contó a Minerva el secreto de Trujillo. El dictador hacía “cosas malas”, y a quien se opusiera lo mataban el acto. Minerva no pudo conciliar el sueño. Ni esa noche, ni nunca después, cuando ella, Patria y María Teresa, decidieron luchar en contra de la violencia, por la institucionalidad, por la constitucionalidad. Por el respeto a los derechos humanos.
No sólo los grandes principios del Estado de Derecho guiaron la gesta de las Mirabal. Incluso la cotidianeidad, las enfrentó a la violencia y desigualdad de las mujeres ante la ley, en todas sus formas posibles: la dificultad de acceso a la educación universitaria, la prohibición de ejercer su profesión, el atropello a niñas y adolescentes incluso dentro de las instituciones educativas, entre tantas otras.
Es que la violencia es una y muchas, bajo las diversas formas que adquiere en el cada quien de cada día, en cada lugar.
La violencia contra las mujeres y las niñas es una de las violaciones más generalizadas de los derechos humanos en el mundo.
La violencia que sufren las mujeres es multidimensional. Sus peores manifestaciones, la violencia física y el femicidio, son solo la punta de un iceberg que incluye la violencia económica y patrimonial que se desprende de la discriminación laboral, los prejuicios de género, la agresión simbólica y la desigual distribución de tareas domésticas y de cuidado.
Paredes de cristal, barreras invisibles que previenen la participación de las mujeres en los sectores económicos más dinámicos y mejor remunerados y las confinan a ramas de actividad que son una extensión de las responsabilidades de cuidado: docencia, salud, servicio doméstico, entre otras.
Las condiciones que ha creado la pandemia –confinamientos, restricciones a la movilidad, mayor aislamiento, estrés e incertidumbre económica– han provocado un incremento alarmante de la violencia contra mujeres y niñas en el ámbito privado y las han expuesto aún más, a otras formas de violencia, desde el matrimonio infantil hasta el acoso sexual en línea.
Las funcionarias y funcionarios judiciales, tenemos en nuestras manos la difícil y significativa tarea, de modificar con nuestras decisiones, esas pequeñas grandes realidades que día a día entraman la violencia de género. Tenemos la invalorable oportunidad de deconstruirla. De devolver a niñas y mujeres la libertad de apropiarse de sus derechos humanos fundamentales. De proteger, incluso de salvar.
No debemos perder ese horizonte ni por un instante. No debemos olvidar que esas niñas, esas mujeres, no son sólo un género. Son trabajadoras, amigas, formadoras de pensamiento y conciencia. Ciudadanas. Vulnerables.
No debemos olvidar que en ese universo de dolor, cumplimos el fundamental rol de equilibrar los términos de una ecuación, que hiere, y muchas veces, mata.
No sólo es nuestro deber juzgar con perspectiva de género, sino vivirla. En cada uno de nuestros actos, para formar conciencia, para derrocar etiquetas y estereotipos.
Cada 25 de noviembre nos renueva ese compromiso, y cada día, debemos hacerlo aún más nuestro, para con ello hacer realidad el sueño de una sociedad sin violencia. De una sociedad en que las niñas y las mujeres sean por fin libres.
Fuentes: “Las múltiples caras de la violencia de género: ¿cómo erradicarlas?”, José Florito y Florencia Caro Sachetti, coordinadores del programa de Protección Social de CIPPEC. “En el Tiempo de las Mariposas”, Julia Álvarez. ONU MUJERES, “Preguntas frecuentes: Tipos de violencia contra las mujeres y las niñas”.